miércoles, 4 de febrero de 2009

Del otro lado del Mediterráneo

Antes que Yann regrese a Lima, decidimos hacer un último viajecito, una escapada a un país vecino de la Madre Patria, pero bastante distinto a las cosas que he visto antes: una visita a Marruecos. No teníamos mucho tiempo para viajar, apenas unos 3 días y medio para que yo no perdiera demasiadas clases. Por lo que viendo los precios de los aviones y tratando de ir a una ciudad que Yann no había conocido antes (lo que fue bastante difícil porque para variar este chico ya había ido 2 veces a Marruecos, ohlalala), finalmente decidimos ir a Chefchauen. Una ciudad en las montañas de la Cordillera del Rif, llena de artesanos bereberes y conocida por sus finas hierbas.

Siempre es interesante llegar a un país nuevo, sobretodo en este caso, cuando tiene una cultura tan diferente a la mía. Puedo decirles que una de las cosas que menos me gustó, fue justamente el lugar de las mujeres en esta cultura. Antes de llegar a Chefchauen, pasamos por Tanger y Tetuan, y lo primero que ustedes notarían al llegar a las ciudades más pequeñas y con menos población extranjera es que no hay mujeres en los cafes o restaurantes. Pero ni una sola. Lo que hacía que cada vez que entraramos a algún lugar, todos los hombres con sus vasitos de té verde se pusieran a observarme. Ya con eso de incomodidad, ni que decirles de los baños, pues como tienen poca clientela femenina los propietarios no se preocupan por habilitar un espacio más apropiado a nuestras necesidades.

La otra cosa que no me gustó es el trato que tenemos los turistas. Yo pensé que ya era malo cuando un gringo caminaba por Miraflores y venían 3 niños a vender "chicle, cigarrillo, caramelo...", pero acá los marroquíes le han dado un nuevo significado al "impuesto turista". En realidad esto me dio algo de pena, porque Chauen es un ciudad preciosa, pequeña y linda, pero desafortunadamente no provocaba hablar con nadie. Después del primer incidente, a causa de mi novito lindo, bueno y muy inocente, decidimos hacerle el menor caso posible a cualquier lugareño que viniera a ofrecernos no sólo droga, sino ayuda, o simple conversación. Es que si en Lima 1 euro vale 4 soles, en Marruecos vale 10 dirham y yo, aún con mi pinta latina era blanco de acoso. La gente primero pensaba que yo era de España, (no creo que haya muchos peruanos allá, quizás por eso no nos piden visa para entrar, jojojo), y yo me esforzaba en decir que era peruana y que no tenía euros, sino soles. No importaba, ellos sabían que 1 sol equivalía a casi 3 dirham y se les daba 100 soles hubieran sido muy felices. Ha sido triste, porque le ha quitado el encanto al viaje esta situación. No podía evitar comparar con mi lindo Perú, donde todavía en los pueblos en la sierra puedo confiar en la buena onda de la gente que te abre las puertas de casa, no para sacarte dinero, sino para compartir lo poquito que tienen con un desconocido. Y te cuentan historias, sus problemas, te preguntan por tus viajes, te invitan un pan serrano calentito y no hay forma que uno se pueda sentir más bienvenido en un lugar, no les parece? Yo, cada vez que un marroquí decía bienvenidos... vamos a decir que realmente no lo sentía...

Yannito y detrás Chefchauen

Dejando a un lado las cosas que no me gustaron, que quería contarlas pero son lo menos importante, Marruecos es un lugar de sueño. Yo he visto poquito y ojalá algún día pueda volver y ver otras ciudades como Marrakesh y Fez. La antigua Medina (o antigua ciudad) de Chauen es bellísima. Es un diseño urbano tal cual se ve en las pelis, con un orden muy propio, callejones, pasajes, desniveles y esta, aunque pequeña estaba toda pintada de un azul cielo y blanco que le daban el toque especial. Como hay mucha influencia española y francesa, la mezcla que ha quedado es verdaderamente mágica, y como es una ciudad en la montaña parece que estás perdido un poco en el tiempo. Los carros no entran en la Medina, porque no hay espacio para ellos, así que se ven burritos de rato en rato, lo que sumado a la gente que todavía utiliza mucho la vestimenta tradicional, te genera una buena sensación de aislamiento. La Kasbah, que es la antigua fortaleza y que también cada ciudad la tiene, en Chauen es pequeñita pero muy mona. Hay un pequeño museo con vestimenta y armería tradicionales, y desde la torre de vigilancia se puede ver casi toda la Medina y las montañas colindantes.

No es una pintura, es una pequeña calle de la Medina de Chauen

La comida, lo mejor. Además del couscous, que es una especie de quinua, pero un poco más pequeña y suave, y que se prepara de diversas formas; existe una gran variedad de tajines. Este es un plato que se cocina en una especie de olla de barro, pero que tiene una tapa especial cónica. Hay tajines de pollo, de cordero, de camarones, vegetarianos, deliciosos. Además Yann y yo encontramos, gracias a la guía de mi amiga Martha un restaurante llamado la Lámpara Mágica o Casa de Aladin. Y realmente parecía que estábamos dentro de una lámpara. La decoración muy marroquí, muy linda y la comida, increíble. Comimos unas berenjenas al ajo que tengo que aprender a cocinas porque estaban deliciosas y una ensalada con el queso de cabra de la región, ayayay, digamos que ahora otra vez estoy a dieta ;)

Finalmente el paisaje. Me pregunto si toda la zona mediterránea será tan bonita. Las montañas tienen un verde intenso que nos han acompañado desde Tánger hasta Chauen. Las ciudades están instaladas ahí, adaptadas a la forma de la montaña. El cielo azul que luego se mezcla con el bonito azul del mar (en Tánger) y el sol que felizmente nos alumbró casi todo el viaje nos daban mucha paz y tranquilidad. No hemos ido en estación de calor, así que tuvimos mucha suerte de tener tan buen clima.  Lo aprovechamos bastante para caminar e inclusive subimos a una pequeña montaña para ver la antigua Mezquita. 

He quedado con ganas de volver a Marruecos, si se puede acompañada de Fazito, que como es de ahí, estoy segura alejará a todos los acosadores de turistas y además seguro me enseñará las tradiciones y mejores lugares de su país. Pero bueno, por ahora he tenido que volver a la fría Madrid, (el invierno ya me llegó), y a las clases. Yann se regresó a Lima ya, buuuu y todavía me quedan 6 meses en este continente. Estoy a la espera de prácticas y tengo que empezar a concentrarme en la tesina. Pero este último viajecito ha sido toda una experiencia y un aprendizaje, que espero poder repetir en un futuro no demasiado lejano, Inch'Allah. (Si Alá lo permite).

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